Es bastante probable que nunca llegue a conseguirlo, pero lo que no le falta es paciencia y perseverancia. Está ahí, a la vista, es un manjar evidente y no puede acceder a él. Ya reconoce el cristal y creo que es cuestión de tiempo que consiga aprender a abrirlo o volcarlo o algo. Como los cuervos.
En cualquier caso es un documento curioso ocurrido a finales de este verano en Luarca.
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