Durante 10 años fuimos cuatro o cinco días con entre 30 y 60 chavales de 16 a 18 años, en dos tandas, a realizar actividades de educación ambiental, en jornadas de campo que resultaron alguna de las experiencias más gratificantes de mi vida.
Hoy Roberto ya no dirige el Albergue, las actividades de educación ambiental en el campo han dejado de interesar a los estamentos educativos y prefieren actividades de educación sin salir del aula para no correr ¿riesgos?, así que ya sólo voy a Saliencia a disfrutar de la sensación de seguir perteneciendo al mundo vivo.
Últimamente además casi prefiero verlo desde arriba, viendo sólo los tejados, apartándome de la destrucción generalizada del patrimonio de unos pueblos que apenas sobreviven al empuje del exterior.
Porque con tal de mantener los equilibrios personales se autorizan actividades, construcciones, actuaciones que, como mínimo en apariencia, chocan de frente con los valores que sirvieron de ejemplo para nuestro trabajo con los alumnos durante tantos años.
Sirva de ejemplo el impacto que supone la construcción de una macrocuadra a la entrada del mismo pueblo de Saliencia, el mismo al que nunca soterraron los cables, y al que acaban de dar la puntilla como ejemplo de ordenación anárquica y destrucción de valores etnográficos.
Ya no serán sólo las cubiertas de uralita ahora nos recibirá un rascacielos ganadero, cuyos purines seguirán sin solución como todos los de Asturias.
En fin, Reserva de la Biosfera, sostenibilidad, educación ambiental, conservación de los valores naturales, integración del hombre y la naturaleza...justo aquello que buscábamos en Saliencia.
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