En Santalla de Ozcos aprendí más cosas que lo mucho que nos perdemos en el occidente de Asturies. Aprendí que tenemos un buen ejemplo, supongo que uno de tantos, de cómo el hombre provoca su propia ruina por no saber detenerse a tiempo, o por no saber o no querer gestionar bien los recursos disponibles.
Buena parte del territorio de Taramundi, Salime, los Oscos y hacia Galicia, Fonsagrada fue hasta principio del siglo XX, tierra de ferrerías.
Ferrería de Mazonovo
Aprovecharon bien los recursos disponibles: hierro, agua y bosques. Pero los aprovecharon hasta matar la gallina de los huevos de hierro.
La tierra daba hierro pero la proporción era baja y requería un trabajo importante en las fundiciones o ferrerías artesanales hasta obtener el metal en forma de bloques de hierro puro de unos treinta kilos de peso que llamaban tochos.
Los tochos eran trabajados en piezas más pequeñas, en láminas, alambres, varillas, etc. en los mazos cuya fuerza motriz era el agua acumulada en pequeñas presas, los banzaos.
Con esas varillas y láminas trabajaban en las casas, en pequeñas fraguas, fabricando utensilios más modestos tanto para tareas domésticas, como para la venta ambulante con la que complementar los escasos ingresos de las familias.
Los más famosos de esos utensilios fueron y siguen siendo las navajas.
Pero el quiz de la cuestión está en el combustible. Y en esto los Oscos siguieron los pasos de la isla de Pascua (Rapa Nui) en una cuestión medioambiental básica: explotaron los recursos naturales hasta agotarlos. Y en los Oscos una vez agotados cuando la competencia con otras formas ya más modernas de siderurgia acabó dándole la puntilla a la industria artesanal del hierro, allí sólo quedó una tierra empobrecida y olvidada.
Y todo esto por la tala indiscriminada de todo tipo de árboles que llevó a la desaparición de los bosques y a la pérdida de sus recursos.
Porque las fraguas familiares utilizaban como combustible raices de brezo, pero las ferrerías, las fundiciones utilizaban madera de roble carbayo. Y obtener un sólo tocho de treinta kilos de hierro requería talar y quemar 23 robles de gran tamaño.
¡23 robles!
Poco a poco, con la proliferación de las ferrerías, la madera se hizo cada vez más difícil de obtener, y los suelos más pobres. Cada vez estaba más lejos el combustible y llegó un momento que no resultaba rentable.
Así que ni hierro, ni bosques, ni riqueza, ni gente. Y el paisaje de los Oscos cambió para siempre, y aún hoy podemos observarlo a pesar de que la tierra trata de restañar las cicatrices.
Las imágenes están tomadas en el muy recomendable mazo de Mazonovo, muy cerca de Santalla de Oscos y estupendamente explicado por el actual ferreiro Frederick.
Tronco retorcido de haya, no de roble, pero con el mismo origen, cortas selectivas de ramas para obtener madera, combustible. Pero este modo de corta no elimina el árbol, lo desmocha y lo deja crecer. Un método más respetuoso con la sostenibilidad que la tala y quema.