sábado, 24 de febrero de 2018

Un poco de invierno en Somiedo

La nieve asoma cada vez de forma más tardía en Asturias y los temporales se hacen de rogar, por lo que unos pocos días con temperaturas bajas y nieve, se convierte en noticia.

Hace años que viene repitiéndose el mantra de que "cada vez nieva menos", y aunque es cierto, apenas nieva cinco días seguidos en los altos, ya todo el mundo se olvida de que eso es lo normal en invierno: frío y nieve, viento y hielo. 

En Somiedo aún queda algo de normalidad invernal y eso se traduce en algo más de dureza para el trabajo de sus habitantes, algunos días sin escuela para los niños y unas estampas hermosas. Hermosas de verdad.

Para la fauna, nada nuevo. A pesar de la enorme cantidad de bienintencionados que desean dar de comer a los pobres ciervos, rebecos y demás animalillos.

Los rebecos, por suerte, no nos necesitan para sobrevivir en la montaña de Somiedo.

Los ciervos, han bajado a los valles, y los jabalíes, también.

Así que sobreviven. Si les toca sobrevivir. 

Los demás hibernan, o emigran. 

O luchan y se buscan el pan y la sal entre la nieve.

Pronto llegará la primavera y demasiado pronto los cálidos, cada vez más cálidos y secos, veranos que se extienden hasta noviembre.
Recién nevado en Coto de Buenamadre

Azud de Hidroeléctrica a la entrada de Valle de Lago. Unos pocos azulones se amontonan en la cola del banzao

Invierno en las brañas

Camino al lago. Esta vez quedamos a la entrada de la pradera. Habíamos salido tarde y abrir huella se hacía duro en nieve polvo. Incluso con raquetas cada paso te hundes veinte o treinta centímetros.

Valle de Lago. Últimas luces del día. Al fondo los Albos

Rebecos. Tranquilos. Sin estrés invernal aparente.

Y la sorpresa del día. Un hermoso gato montés de caza.

domingo, 11 de febrero de 2018

Nieve dura. Nieve blanda

La dureza de los inviernos tiene muchos parámetros. Y dependerá de las especies, unas se ven más afectadas que otras.
Los temporales de hace unos años, nos dejaron imágenes de aves marinas muertas de inanición en las playas, o de focas jóvenes con hambre e hipotermia por la extrema delgadez.
Puede ser un invierno duro si hay muchas heladas o si estas se producen cuando ya es mayo y eres un árbol en plena floración o foliación.
Tal vez sea un invierno duro si llueve mucho, muy seguido y los insectos no acuden a su cita en abril.
Pero normalmente la imagen icónica de un invierno duro es la de las grandes nevadas, cuando los herbívoros salvajes quedan atascados en la nieve.

Es entonces cuando voces salvadoras surgen implorando compasión, alimentos y protección para los pobres ciervos abandonados en las nevadas. 

No me gusta la crueldad. Pero no comparto la lectura de la situación, ni me veo especialmente conmovido por las penurias de venados, corzos o raposos. De hecho me causan más admiración que ninguna otra cosa.

La vida salvaje se abre paso ante situaciones como las grandes nevadas con estrategias sorprendentes: evitando caminar por la nieve blanda, desplazándose por las carreteras recién limpiadas (y comiendo la sal que lanzan las quitanieves) o buscando salidas más sencillas por el cauce de los ríos, húmedos, pero con un gasto energético menor.

Acercándose a los pueblos, refugiándose bajo árboles donde queda hierba o yemas. Buscando los lugares donde la nieve se derrite por afloramiento de agua... Desplazándose a las zonas bajas huyendo sobre todo del hielo y los aludes, más traicioneros aún que la nieve blanda.

Muchos sufrirán, algunos morirán, pero el conjunto de la población saldrá adelante fortalecida.

Horas rebuscando para una recompensa bastante pobre. Raposo.

Corzo buscando alimento en las yemas de las hayas y tratando de pisar nieve dura.

Venada desplazándose lentamente por la ladera 

Un refugio inusualmente cercano a la carretera

Muy cerca y muy tranquila. Se asomó desde su refugio bajo un avellano. Nos miró y volvió al mismo lugar.

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