Entre los días 8 y 28 de agosto, se produjo en la Cordillera, una oleada de incendios, fortuitos o principalmente provocados, que ayudados por climatología y situación de sequía, han afectado en mayor o menor medida a buena parte de las mejores zonas oseras en Asturias y en León (los osos no entienden de fronteras) y también a áreas de expansión.
Las estimaciones más optimistas cifran en unos 60-70 osos, los ejemplares que habitan o transitan regularmente por, por ejemplo, Somiedo.
Evidentemente las cifras fluctúan dependiendo de la época del año y las condiciones del medio, pues hay diferencias, si tenemos en cuenta los esbardos, los movimientos de machos durante el celo, etc.
De estos osos de un área como Somiedo, una parte importante, probablemente desde el punto de vista de la especie la más importante, son las hembras reproductoras que tienen un comportamiento filopátrico, es decir, es bastante fiel a un territorio concreto, habitualmente cercano a su lugar de nacimiento y lo es durante años.
Ciertamente los estudios indican que el territorio de un oso, es muy amplio y puede variar en los machos desde los 1.500km2 o más, a las hembras con áreas territoriales mucho menores, con 250km2.
Pero en realidad, las hembras (y dependiendo de los estudios, también los machos), aunque pueden dispersarse y tienen gran movilidad, sobre todo en la búsqueda de alimento, suelen tener zonas de cría concretas, de apenas unos pocos km2 que repiten a lo largo de su vida, de extensión reducida, y que cumplen las condiciones mínimas de habitabilidad, refugio, zonas inaccesibles para apartarse de los machos (muy peligrosos para las crías por su tendencia al infanticidio), alimento suficiente, etc.
Estos territorios no son tan abundantes como podría parecer, y los mejores favorecen claramente la supervivencia de las crías.
Además, las hembras no suelen separarse excesivamente de su lugar de nacimiento, con lo que tienden a formar un mosaico de territorios colindantes con cierto grado de lazos familiares. Esto también favorece que cuando una hembra desaparece, su territorio suele ocuparse por alguna de sus hijas o con cierto grado de cercanía.
Pero también el proceso de colonización de nuevos territorios, es más complicado, entre otras cosas porque los territorios periféricos suelen presentar mayor mortandad, probabilidad de encuentros con otros osos (si son machos, será un problema), menor calidad de hábitat, mayor probabilidad de encuentro con áreas más humanizadas…
Los machos, por su parte, tienden a realizar desplazamientos mucho mayores, y en época de celo, desplazarse muchos kilómetros diarios. Son machos los que han avanzado hacia el sur de la cordillera, o los que han alcanzado a intercambiar individuos entre las poblaciones occidental y oriental de la Cordillera Cantábrica.
Llegados a este punto, ¿cuál será el efecto previsible de los incendios sobre las poblaciones oseras en la Cordillera Cantábrica, en Asturias?
Será muy difícil conocer el impacto directo, inmediato sobre las poblaciones afectadas en primer lugar, las que habitaban los lugares incendiados.
Es posible que haya habido bajas directas, por el fuego, por las huidas precipitadas provocadas por humo, fuego, helicópteros, maquinaria… No es fácil de estimar, pero en todo caso el impacto será probablemente limitado.
Incluso, puede darse de manera temporal y de forma muy limitada, una cierta ventaja por la presencia de carroñas de ungulados salvajes o parte del ganado muerto en los incendios más graves. Pero será también un efecto muy corto.
Los efectos que hay que prever, son indirectos. Algunos inmediatos, pero la mayoría a medio e incluso largo plazo. Difíciles de detectar si no se está prevenido y difíciles de conectar y evaluar socialmente.
Los incendios se han producido en alguno de los mejores enclaves y núcleos poblacionales de Asturias. Previsiblemente la mayor parte de los osos que utilizaban esos territorios, de forma estable, o de forma temporal, han sido desplazados a otras áreas, más o menos cercanas.
O lo serán en breve a causa de la pérdida de calidad del hábitat, ausencia de alimento en una época clave previa a la hibernación, pérdida de fuentes de agua, de refugio…
Se han perdido alguno de los territorios de cría mejores y con más larga trayectoria de ocupación de la Cordillera. Estas hembras con crías también aumentarán las posibilidades de perderlas si no lo han hecho ya. Una catástrofe para la población que va a mantenerse en el tiempo.
En cualquier caso, la previsión es un efecto dominó, en el que se aumentará la presión sobre los hábitats no afectados cercanos, aumentando la densidad de osos en esos territorios, aumentando la probabilidad de encuentro con machos por parte de hembras con crías, aumentando la competencia por recursos menos accesibles.
A su vez, los ejemplares menos capaces de resistir en territorios con mucha competencia, ejemplares juveniles, esbardos emancipados esta primavera o verano, hembras con territorio perdidos, se verán forzados a las periferias de los mejores territorios.
Como consecuencia, es necesario adelantarse a los probables problemas a los que se enfrentarán estos individuos desplazados, y a las situaciones en las que puedan colisionar con las poblaciones humanas.
Por un lado, en las zonas afectadas de forma directa por el fuego, las fuentes de alimento más cercanas y sencillas que han podido quedar a salvo, son aquellas gestionadas en el entorno de los pueblos: árboles frutales, huertas, maizales, colmenas, ganado de fácil acceso o animales domésticos… por lo que es posible un aumento de la conflictividad con el oso a corto y sobre todo medio plazo, especialmente en la pre y en la post hibernación.
Los desplazamientos, harán también que su presencia se haga más evidente en zonas que hasta ahora no parecían ser territorio osero, o que aumenten esos conflictos que eran esporádicos.
La probabilidad de accidentes por la misma causa, también aumentará, así como el acercamiento a pueblos.
Hasta ahora, se han tenido en cuenta los conflictos con, por ejemplo, la basura, en zonas de cierta densidad osera. Tal vez ahora esos conflictos se extiendan y no estemos preparados.
Es previsible, por tanto, que de forma más o menos evidente, se pueda producir un efecto muy contraproducente en cuanto a la percepción social del oso.
Mientras la población era escasa, la conflictividad se mantuvo baja. El despoblamiento del campo también ha favorecido un a menor interacción negativa con los osos.
Con un aumento de la población, los conflictos no han sido importantes, pero cualquiera de ellos se ha tratado con un alarmismo exagerado y mero afán de provocar polvareda mediática. Pero en realidad, han seguido siendo escasos.
Pero justo antes de la oleada de incendios, tuvimos en Asturias un repunte muy significativo de conflictividad, con cuatro osos muertos en pocos días y un eco mediático importante que advertía de un aumento de la animadversión hacia el oso, al que ya no se ve como una criatura inocente, si no que se pone al nivel del lobo como depredador y empieza a ser considerado como problema.
Se dan las primeras voces que piden controles y gestión de la especie con intervenciones directas (extracciones si nos atenemos a un lenguaje edulcorado)
La pérdida de algunos de los mejores espacios para la especie a ambos lados de la Cordillera, que además coincidían mayoritariamente con espacios naturales protegidos, un escaso pero aparente paraguas de protección para la especie, solo puede traer un aumento de estos conflictos.
Si se dan conjuntamente otros factores, como es la probable escasez de frutos en la Cordillera derivada de la sequía extrema de este verano, si se produce un invierno normal, no excesivamente cálido, con nevadas a lo largo del invierno… la situación puede ser aún más compleja.
La población osera de la Cordillera Cantábrica se enfrenta ahora, a un doble problema. Por un lado, el derivado de manera directa de los incendios y la pérdida de hábitat de calidad asociado, y la cascada de acontecimientos en la población.
Por otro, y probablemente mucho más importante a largo plazo, la posibilidad de un aumento de la conflictividad con los humanos y la pérdida del status de especie socialmente aceptada. Es decir la pérdida de reputación y la posibilidad de convertirse en una nueva fuente de enfrentamiento en vez de un emblema de recuperación y convivencia con la naturaleza.